jueves, 1 de abril de 2021

La Verónica

  

 Verónica, fue la mujer que en un acto de piedad, compasión y amor. Viendo el rostro de Jesús lleno de sangre y sudor. Tuvo el valor, asumiendo todos los riesgos, de abrirse paso entre los soldados que custodiaban a Jesucristo en su camino al Calvario, exactamente en la sexta estación de su Vía Crucis, y enjugar el rostro de Jesús con su manto, quedando su rostro marcado milagrosamente en el manto. Es importante destacar que todo esto obedece a una tradición Cristiana.  La escena como tal no se encuentra en los evangelios canónicos, sino en los apócrifos que son los escritos surgidos en los primeros siglos del cristianismo en torno a la figura de Jesús de Nazaret que no fueron incluidos ni aceptados en el canon de la Biblia. Sin embargo, la sexta estación del Vía Crucis hace referencia a las condiciones en que se encontraba Cristo, de acuerdo al libro de Isaías 53:2-3: “Sin gracia ni belleza para atraer la mirada, sin aspecto digno de complacencia. Despreciado, desecho de la humanidad, hombre de dolores, avezado al sufrimiento, como uno ante el cual se oculta el rostro”.

A Santa Verónica, al igual que a otras Santas Mujeres, son veneradas por su vinculación con la figura de Cristo.  Sin embargo, a Verónica se la relaciona en la Edad Media con la hemorroisa, quien fue curada de los flujos de sangre por Jesús  junto al paralítico, el ciego de nacimiento y el leproso. Y según esta leyenda, se habrían presentado ante Pilatos para testimoniar a favor de Jesucristo.

Ahora bien, todo lo anterior, da origen a dos interrogantes: ¿Quién era Verónica? ¿Qué paso con el manto?

Es muy poco lo que se conoce de la vida de Santa Verónica cuyo verdadero nombre era Berenice. Nació en  Caesarea Philippi (Israel) en el siglo I. y falleció en Soulac-sur-Mer (Francia), donde de acuerdo a la tradición sus reliquias fueron veneradas durante muchos años. Su festividad se celebra el 4 de febrero y es considerada patrona de los fotógrafos.

San Gregorio la cita como una piadosa mujer palestina, de confesión cristiana, desposada con un centurión romano natural de las Galias que prestaba servicio en el palacio del gobernador romano, Poncio Pilatos. Tras la muerte de Jesucristo, el matrimonio cristiano huyó de Jerusalén y acompañó a José de Arimatea, hacia las costas francesas.

Según el Evangelio de Mateo 27:57-60, José de Arimatea, era un discípulo de Jesús, que luego de su crucifixión y muerte, le pidió a Pilato su cuerpo, el cual tomó lo envolvió en una sabana limpia y lo colocó en su sepulcro nuevo. 

En el año 2000, en el Vía Crucis, presidido por el papa Juan Pablo II, hizo la siguiente reflexión al referirse a Santa Verónica:

Aquel rostro quedó impreso en el velo; un reflejo fiel, un ‘verdadero icono’. A eso se referiría el nombre mismo de Verónica.

Si es así, este nombre, que ha hecho memorable el gesto de aquella mujer, expresa al mismo tiempo la más profunda verdad sobre ella.

En cuanto al manto, la leyenda del Velo de la Verónica se remonta al siglo XII.

Hay una tradición que sostiene que el velo llegó a Roma en la época del emperador Tiberio, que habla de la existencia de un cofre de madera con un escrito que dice que la misma Verónica lo trajo desde Palestina. Y que cuando se construyó la nueva basílica de San pedro, fue trasladada a una de las cuatro capillas donde se custodian las reliquias más preciosas.

Existe una segunda leyenda que sostiene que el velo con el Santo Rostro se encuentra en Manoppello – Italia. De acuerdo a esta leyenda en el año 1506 fue un peregrino que llegó a Manoppello con un panel diciendo que era el retrato del rostro de Cristo.  Luego del examen a través de un escáner digital donde se confirma que sobre el tejido no se consiguen rastros de color ni pigmentos, muchos sostienen que el Rostro Santo de Manoppello es el original.

Según P. Heinrich Pfeiffer S.J. prestigioso historiador alemán, el rostro de Cristo que aparece en el velo de la Verónica conservado en Manoppello, se sobrepone perfectamente a la imagen de la Sábana Santa de Turín. Certificando su autenticidad.

Ahora bien, si es cierto que la escena como tal de la Verónica, no se encuentra en los evangelios canónicos. No obstante en las Sagradas Escrituras, si podemos encontrar varios escritos relacionados con los tres valores admirables de la verónica puestos de manifiestos en dicha escena: piedad, compasión y amor.

En el Antiguo Testamento, la palabra piedad era vista como misericordia, en cambio, en el Nuevo Testamento el término piedad se refiere a la obediencia de los mandamientos de Dios y el cumplimiento de la vida religiosa.

“Piedad de mi, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa ternura borra mi delito”. (Salmo 51:3).

“Rechaza, en cambio, las fábulas profanas y los cuentos de viejas. Ejercítate en la piedad”. (1 Timoteo 4:7).

La palabra compasión en la Biblia se refiere a tener misericordia o ser movidos a una piedad empática.  Justamente lo que movió a la verónica al contemplar el rostro de Jesús ensangrentado y sudoroso. Siendo Dios el origen y basamento de la compasión.

“¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su pueblo?”. (Miqueas 7:18).

Y el amor es el primer mandamiento e identidad del cristiano.

“Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. (Juan 15:12).

De tal manera, que más allá, del milagro del rostro de Cristo dibujado en el manto de la verónica, su gesto de piedad, compasión y amor; representa una gran enseñanza para el mundo cristiano.  Así, como también una gran lección de valentía, al liberarse de sus miedos y abrirse paso para poner de manifiesto sus valores y principios de mujer piadosa, compasiva y amorosa.   

 

Referencias:

https://es.churchpop.com/2019/07/12/que-fue-lo-que-opino-san-juan-pablo-ii-de-santa-veronica/

http://santosyangeles.com/veronica-biografia.html

http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=veronica-santa

https://es.aleteia.org/2019/02/22/que-se-hizo-del-velo-de-la-veronica/

http://corazones.org/santos/veronica.htm