miércoles, 3 de abril de 2013


 LA DIVINA MISERICORDIA

El próximo domingo 7 de abril, la iglesia Católica celebra el día de la Divina Misericordia, obedeciendo así, al ardiente deseo de Nuestro Señor Jesucristo de derramar su Misericordia sobre toda la Humanidad. Cuando Dios revela un mensaje a la humanidad, lo hace a través de personas humildes y sencillas. Es así como a partir del 22 de febrero de 1931, nuestro Señor le aparece a Sor María Faustina, religiosa, nacida en Polonia; el 25 de agosto de 1905, perteneciente a la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, mejor conocidas como las hermanas Magdalenas; a la que entró cuando tenía veinte años. Y es que María Faustina se caracterizaba por su prudencia, piedad, inteligencia y humildad. Y a todas estas virtudes hay que agregar su encantadora belleza espiritual, producto de su amor al prójimo y a Dios.

        La devoción a la Divina Misericordia empezó algunos años antes de la segunda guerra mundial en pequeños círculos particulares; siendo en el año 1933 cuando se hizo público por primera vez, año en que la nueva imagen de Jesús Misericordioso fue expuesta en Polonia.

        El 10 de octubre de 1937, Santa Faustina recibió otra revelación del Señor, donde establecía a las 3 de la tarde como la hora de la Gran Misericordia. Y desde el año 2000, la iglesia ha instituido la fiesta de la Divina Misericordia, el domingo después de Pascua de Resurrección.

Sor María Faustina murió, el 5 de octubre de 1938, a los 33 años. La fama de la Santidad de su vida crecía al igual que la propagación de la devoción a la Divina Misericordia y a los favores concedidos por su intersección. Entre 1965 y 1967 en Concovia, se inicia el proceso de beatificación, el cual concluyó en diciembre de 1992 y el 18 de abril de 1993, Juan Pablo II beatificó a Sor María Faustina.

Plegaria a la divina misericordia

  ¡Oh Dios! Cuya Misericordia supera todas tus obras, te doy gracias por los favores extraordinarios que concediste a Santa Faustina. Nos has manifestado, de un modo particular, el abismo de tu Misericordia, que en estos calamitosos tiempos quieres derramar abundantemente sobre toda la humanidad extraviada y dolorida.  ¡Señor! Te ruego, con gran confianza, que también conmigo manifiestes tu Misericordia, concediéndome la gracia que te pido y tanto necesito…. Si no es contraria a la salvación de mi alma.  Te lo pido por los méritos e intercesión de Santa Faustina pero, sobre todo, por la dolorosa pasión de tu amadísimo Hijo y Señor Nuestro, Jesucristo, Rey de Misericordia, que contigo y con el Espíritu Santo nos la dispensa para toda la eternidad. Amén