jueves, 3 de octubre de 2013

Nuestra Señora de Lourdes


Santa Bernardette Soubirous nació el 7 de enero de 1844 en el pueblo de Lourdes, Francia. Su salud era precaria, desde niña sufrió de asma. Cuando tenía 14 años, mientras recogía leña en Massbielle a las afueras de Lourdes;  acercándose a una gruta un mal viento la sorprende y ve una nube dorada y a una Señora vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas las cuales parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal, en su cintura tenía una ancha cinta azul, sus manos juntas en posición de oración y llevaba un rosario. Las dos rezaron el rosario y estas apariciones se repitieron 18 veces, hasta el 16 de julio de 1858. El 18 de enero de 1862 las apariciones fueron declaras auténticas.
        Después de las apariciones la vida de Bernardette fue de enfermedades y humillaciones, soportó muchos dolores, sufrió de tuberculosis, un tumor en la rodilla, problemas en el oído. Hasta el 16 de abril de 1879 cuando muere. Treinta años más tarde su cadáver fue exhumado y  para sorpresa el mismo estaba en perfecto estado de conservación. Es así como el 12 de junio de 1925 fue beatificada y el 8 de diciembre de 1933 fue canonizada.

        Hoy día Lourdes es uno de los lugares de mayor peregrinación en el mundo, millones de personas lo visitan cada año y muchísimos enfermos han sido sanados en sus aguas milagrosas. Sin embargo solo 69 han sido reconocidas como milagros. El primer milagro fue el de Catalina Latapie, quien sufría de parálisis en dos dedos de una de sus manos, a causa de un accidente. Al bañar Catalina su mano en el agua del manantial pudo mover sus dedos como si nunca hubiera padecido de parálisis. El último milagro (69) fue anunciado por el doctor Alessandro De Franciscis, presidente del Departamento Médico de Lourdes, una vez que la Diócesis de Pavia reconociera como milagrosa la sanación de la Señora Danila Castelli, quien sufría de hipertensión.
        El 11 de febrero, fecha de la primera aparición, la Iglesia católica celebra la fiesta en honor a Nuestra Señora de Lourdes. 

El 23 de agosto de 2010, llegué a Lourdes, Francia, con el gran anhelo de conocer el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, su gruta y asistir a la procesión de las velas, un deseo de vida que siempre había tenido. Este día será uno de esos días que nunca podré olvidar. Entre tantas emociones vividas, pude finalizar la novena a Lourdes que había iniciado nueve días atrás en Caracas. Pero el momento de mayor emotividad para mí fue el de asistir a la procesión de las antorchas; este momento es indescriptible, hay que estar allí y vivirlo para saber lo que se siente. Cortas se me quedan las palabras al querer narrar ese momento en donde se combinan, de manera perfecta y armónica,  lo sublime con lo espiritual, para hacer un verdadero acto de fe cristiana. En donde el odio no tiene cabida, pues lo que domina es el amor y la paz entre las miles de personas de varias partes del mundo allí reunidas.  El 27 de agosto de 2013, visito por segunda vez el Santuario de Lourdes y nuevamente viví la maravillosa experiencia de mi primera visita, aunque esta vez con mayor carga espiritual puesto que participé de manera más activa en la procesión de las velas, sintiéndome profundamente reconfortado por la noche allí vivida. Mi emoción creció al enterarme que precisamente hacia un mes (26 de julio de 2013) que se había reconocido el milagro 69 el más reciente de los milagros.