lunes, 2 de octubre de 2017

La adulancia



   La adulancia, también conocida como lisonja, no es más que la alabanza de manera exagerada que se le hace a una persona con el fin de conseguir un favor o simplemente para ganarse su voluntad.
El adulador es un ser hipócrita y falso, sus alabanzas no son sinceras, simplemente persiguen un interés para su propio bien, y en ningún momento resaltar las virtudes de la otra persona; aunque muchas veces nos podemos encontrar con personas que les gustan y disfrutan de las adulancias hacia su persona.
Plutarco, historiador, biógrafo y filósofo moralista griego; sostenía que: “Muchos hombres cazan a los ignorantes con la adulancia.” Palabras muy sabias, porque la adulancia se presta para que entre en juego la manipulación del ser humano.
Por su parte el padre Alfonso Milagro, sacerdote salesiano, reseña en su obra Consignas que: “La adulancia es una moneda falsa, que tiene curso gracias a nuestra vanidad. El adulador es falso; pero nosotros le damos pie para su falsedad. ¿Quién será más culpable?”. He podido observar como algunas personas se han endiosado producto de las adulancias desmedida recibidas y que no han sido capaces de rechazarlas, porque su vanidad los supera.
La lisonja como también se le conoce a la adulancia, sirve para engañar a ingenuos que se las creen: “Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos.” (Romanos 16:18).
Pero llega un momento que al adulador no le funcionan sus lisonjas, porque simplemente son construidas bajo falsas caricias: “El hombre que lisonjea a su prójimo, red tiende delante de sus pasos.” (Proverbio 29:5).
En fin el adulador es una persona falsa, y si nos valoramos y respetamos no deberíamos aceptar sus adulancias. “Pero le lisonjeaban con su boca, y con su lengua le mentía”. (Salmo 78:36).
Es preferible reprender a un amigo, que mentirle con adulancia: “El que reprende al hombre, hallará después mayor gracia que el que lisonjea con la lengua.” (Proverbio 28:23).
El buen cristiano nunca se presenta con adulación ni persiguiendo la gloria humana: “Nunca nos presentamos, bien lo sabéis, con palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia. Dios es testigo, ni buscando gloria humana.” (1 Tesalonicenses 2:5-6).