sábado, 1 de octubre de 2011

LAS MASCOTAS


Almendra jugando con arena en la playa




En el quinto y sexto días de la Creación, Dios creó peces en los mares, aves en el aire y animales en la tierra. Por lo que son criaturas de Dios que enriquecen nuestras vidas. Muchas veces compartimos nuestras vidas con animales y en esa convivencia podemos comprobar que perfecta es la obra de Dios, cuando esos animales son capaces de darnos su amor puro e incondicional y expresándolo de tal manera que somos capaces de sentirlo. Las mascotas son fieles compañeras, que no hay otra cosa que les agrade más, que lo que sea del agrado de su amo. De allí que merecen nuestro respeto y amor, y dar gracias a Dios por su lealtad y su amorosa compañía. Cuando llevamos una mascota a nuestro hogar, estamos dando amor al cuidar de ella. Pero al mismo tiempo debemos protegerla y ofrecerle un lugar seguro donde pueda vivir y crecer; y bajo ninguna circunstancias abandonarlas cuando estén viejas, precisamente a esa edad es cuando más necesitan de nuestro cariño y de nuestro cuidado. El cuidar a nuestras mascotas no es una obligación, todo lo contrario es algo que hacemos con cariño y amor; porque agradecemos el regalo que ellas significan en nuestras vidas.
Nuestras mascotas Chiqui y Almendra han llenado de alegría mi corazón, disfruto cuando se acurrucan en mi regazo y cuando mueven su colita de manera agitada cada vez que llego a mi hogar, me hacen sentir que no estoy solo y que alguien espera por mí. Con ellas he aprendido una de las mejores lecciones de la vida, el de dar y recibir amor de manera incondicional, lo que me ha permitido ser mejor persona. Y mi mayor deseo es que las personas que no tienen mascotas sepan comprender que un animal querido es una bendición tanto para quien la ama como para quien lo cuida.
San Francisco de Asís es reconocido como el patrono de los animales; y es que inspirado por Dios San Francisco consideró a todos los animales como sus hermanos. Cuenta la historia que San Francisco amansó por virtud divina, a un lobo feroz que moraba en la ciudad de Gubbio (Italia) el cual devoraba hombres y animales. En su encuentro con el lobo, el mismo avanzó con la boca abierta hacia San Francisco, al momento que él le hace la señal de la cruz y llamándolo le dice las siguientes palabras: ¡Hermano lobo! Yo te ordeno de parte de Cristo, que no hagas daño ni a mí ni a nadie. Apenas trazó la cruz San Francisco, el lobo feroz cerró la boca, dejo de correr y obedeciendo la orden se acercó mansamente como un corderito, echándose a los pies de San Francisco.
La iglesia Católica celebra el 4 de octubre el día de San Francisco.




Que Dios bendiga a nuestras mascotas.

Chiqui después de un baño de playa