viernes, 2 de julio de 2010

LA FE Y LA ESPERANZA


Son virtudes bíblicas y teológicas, que aunque sean distintas, no obstante guardan entre si, gran afinidad y semejanza; y es que cuando se tiene fe se tiene también confianza y la esperanza requiere de fe. De allí que se dice que la fe integra la esperanza y está supone la fe.
La fe es un acto libre del hombre, aunque no es innata, nadie la impone; lo que si es posible es adquirirla a través de las enseñanzas de nuestros padres y en las clases de catecismo.
De acuerdo a la Biblia, la fe es la certeza de lo que se espera en el futuro, la convicción de lo que no se ve en el presente.
Aún cuando se dice que la fe es un acto espiritual por no estar fundamentado en la sabiduría del hombre; sin embargo se habla de tres elementos que juegan papel preponderante en la fe, a saber: la razón, la moral y la emoción. De acuerdo a esto, hay racionalidad en la fe, cuando surge de un postulado, el cual se relaciona con ciertas evidencias del pasado. La moral influye cuando aparecen las creencias sobre lo bueno y lo malo, lo bueno es recompensado y lo malo es castigado. Y la emoción es cuando la fe es producto de un deseo o un anhelo, que pueden favorecer la autoestima y la dignidad de una persona.
En cuanto a la esperanza, se puede definir como el sentimiento que mueve al hombre a construir su propio bienestar en el futuro, ya sea inmediato o a largo plazo.
En consecuencia, la esperanza no es más que un deseo, unido a la expectativa de alcanzarlo, lo que requiere indudablemente de una persona optimista. Con confianza en si misma y en las otras personas o cosas que pueden contribuir con el logro de su deseo.
Desde el punto de vista religioso, la esperanza, es la virtud teologal a través de la cual el cristiano tiene la expectativa de alcanzar la vida eterna.
De acuerdo a esta definición, la esperanza deja de ser un simple sentimiento de satisfacción, para convertirse en una gracia que proviene de Dios; lo que implica confiar en su Providencia y que él nos concederá lo que tanto hemos anhelado.
Ahora bien, hablar de fe y esperanza implica también referirse a la oración. Pues, no se puede concebir una vida en oración cuando no hay fe. Esa fe que nos hace sentir que Dios vive en nosotros.
En cuanto a mi experiencia personal; he asumido las palabras de San Agustín, cuando decía: “fe es creer lo que no vemos, y la recompensa de esta fe consiste en ver lo que no creemos”. El haber aceptado estas palabras me han permitido hasta la presente fecha sobrevivir después de veintiún (21) años a una enfermedad irreversible.
Si es cierto que el diagnóstico médico me produjo una gran ansiedad, también es cierto que en ese momento decido buscar la ayuda de Dios a través de la oración y gracias a mi fe en su poder y su presencia pude vencer el temor que sentía, y hoy puedo decir que siento una paz inmensa por la seguridad que me brinda el saber que con Dios, puedo mover montañas. Cada vez que hago mis oraciones estoy seguro que Dios me va a escuchar lo que hace que me sienta tranquilo y calmado; pero sobre todo optimista. Es por ello, que mi fe cada vez es más grande y gracias a ella me sostengo y me sustento. Y sobre todo mantengo la esperanza en que algo bueno vendrá; pues, Dios mes puso en las manos de uno de los mejores médicos venezolano, que siempre ha encontrado el tratamiento adecuado para mi supervivencia.
Puedo concluir diciendo que la fe es contraria al temor, y que todo en la vida se puede lograr con fe y esperanza, lo que tenemos que hacer es aferrarnos a ellas y por ningún motivo dejar que se nos vayan, porque sin ellas vamos directo al fracaso.
Tengamos fe y esperanza que pronto una luz iluminará nuestro camino, el cual nos conducirá a la renovación de nuestros sueños.