La Soledad y el Silencio, durante nuestro viaje por la
vida, son importantes las paradas, vale la pena detenerse y vivir un poco la
soledad aguardando silencio, esto nos ayudará a encontrarnos a nosotros mismos
y conocernos a sí mismos, siendo la mejor vía para tomar conciencia de nuestras
virtudes y limitaciones, y así no escoger un camino equivocado que nos puede
conducir a un mundo de desaliento y frustraciones, no deseable.
Es de vital importancia, estar siempre dispuestos a apartar
algo de tiempo para nosotros. Más allá de ese retiro podemos tomar conciencia
del Espíritu morador de Dios en nosotros y la capacidad que tenemos para
expresar a través de nuestros corazones el amor de Dios.
Podemos aprovechar ese momento de soledad y silencio;
para formular, con las manos en nuestro corazón, el siguiente decreto: “Desde el santuario de
mi corazón, decreto y declaro, la paz dentro de mí y de todo lo que este a mi
alrededor.” Y si acompañamos este decreto con una respiración lenta y profunda,
sintiendo y viviendo cada inhalación y cada exhalación; estaremos preparados
para disfrutar nuestro silencio en contacto con nosotros mismos.
En la quietud de ese santuario nos sumergimos en la
presencia de Dios y sentiremos que él, es la fuente de nuestra serenidad y la
tranquilidad. “Me erigirán un santuario, y habitaré en medio de
ellos”. (Éxodo 25:8)
A través de
este silencio se hace posible, establecer un diálogo amoroso con Dios, el cual
servirá para fortalecer nuestra fe y avivar nuestra paz interior. Y continuar
nuestro viaje por la vida disfrutando de su divina compañía.
De manera sencilla se puede definir a la paz, como el
estado de una persona que goza de plena serenidad, tranquilidad y calma.
Al hablar de paz interior, tenemos que referirnos a
Dios; y es que el Espíritu de Dios es nuestra conexión para alcanzar la paz que
sobrepasa todo entendimiento humano. Por lo tanto el Espíritu de Dios es paz
interior y a través de él lograr calmarnos, serenarnos y reconfortarnos.
Nuestra paz interior la encontramos en la parte más
recóndita de nuestro ser, es ese lugar sagrado donde ningún evento externo
puede perturbar: “el alma” que no es más que tu santuario donde reina la paz de
Dios en nosotros. En ese santuario podemos encontrar ese sentimiento de
bienestar que nos permite calmar nuestras preocupaciones y encontrar consuelo a
nuestras penas y pesares.
Otra forma de encontrar esa paz interior es a través
de la oración; al orar tenemos la oportunidad no solo de encontrarnos y
dialogar con Dios, sino que también es un encuentro con nosotros mismos, y es
que cada momento de oración es una reunión de nuestra conciencia con la
presencia de Dios; lo que permite avivar esa paz en nosotros. Cuando oramos
tenemos que abrir el corazón a Dios, vivir su presencia y darnos cuenta que las
cuestiones externas no tienen poder sobre nosotros. Es lograr la paz con
nosotros mismos y con todo lo que nos rodea. Tenemos que tratar que esa paz
fluya como un suave manantial a través de nuestro cuerpo para liberarnos de
cualquier situación que nos pueda producir estrés.
En fin si
lo que queremos es crear un mañana mejor y un mundo mejor; tenemos que escoger
el camino de la paz, estando conscientes que compartimos un mismo Dios y un
mismo planeta. Y entonces por qué no compartir nuestro amor. La paz en el mundo
será posible a medida que pongamos de manifiesto nuestro sentimiento de bondad,
amor, generosidad y perdón. No nos quedemos con imaginarnos un mundo
maravilloso donde reine la paz, hagámoslo y empecemos desde hoy a crear ese
mañana mejor para todos. “Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y
síguela”. (Salmo: 34:14)
Muchas
veces, nos afanamos en encontrar la solución a un problema, y sólo cuando
logramos tranquilizarnos y escuchar en el silencio nuestra alma, llega la
solución a través de una paz profunda,
que no es más que el silencio de Dios.
“Si acostado me vienes a la
mente, quedo en vela meditando en ti”. (Salmo 63:7)
Muchas gracias por la recomendación, es cierto nos afanamos en buscar solución a los problemas, pero no nos detenemos para tranquilizarnos y escuchar la voz de Dios que siempre esta con nosotros
ResponderBorrarEl silencio y la soledad nos ayudan a conocernos, también aprovechamos para conversar con Dios y con nosotros mismo. El silencio y la soledad nos llenan de sabiduría y paz.
ResponderBorrarGracias tío por facilitarnos ese decreto tan hermoso para cuando estamos solos y en silencio. Isabel Castro.
Este artículo me hace reflexionar sobre dos aspectos muy importantes. Primero reconoce y aprovecha la condición de estar sólo y en silencio para encontrarnos con Dios; en ese silencio de paz interior encontrarnos a nosotros mismos y conectar con Dios, conversemos con él, dialoguemos y oremos. Y en segundo lugar, la invitación a hacer un mundo mejor, a actuar, a no quedarnos en pura imaginación. Y cómo hacerlo? Con las cosas más sencillas, de granito en granito se hace una montaña.
ResponderBorrarFinalmente esa reflexión sobre querer resolver los problemas lo antes posible, cuando es el tiempo de Dios y no el nuestro, eso tenemos que aprender a manejar, no es fácil.
Cariños por tus buenas palabras siempre amigo.
Ede.