Celebramos en el mes de
febrero, el mes de la amistad y del amor; pero sucede que muchas veces nos
limitamos al compartir nuestra amistad y sobre todo nuestro amor. Nos
olvidamos, que existe un prójimo que también merece de nuestro amor.
El
Amor al Prójimo, es pensar y actuar de modo tal que pueda servir de apoyo a
otros. Cada día tenemos algo en que contribuir, el cual nos producirá cierto
regocijo al darnos cuenta que hemos podido satisfacer una necesidad en la vida
de alguna persona. Amar al prójimo es amar verdaderamente a nuestros enemigos,
intercediendo por ellos ante Dios en
nuestras oraciones y sobre todo no devolviendo a nadie mal por mal. Es la
acción que se emprende procurando el bien de los demás, movidos por el amor de
Dios.
Amor
al prójimo, es desplazarnos por la vida con plena libertad espiritual
manteniendo el respeto, la aceptación y el amor que todos los demás seres
humanos se merecen.
El respeto hacia los demás es una manera de manifestar
nuestro amor hacia ellos, pero el respeto debe empezar en nosotros mismos. Si
no somos capaces de respetarnos, mucho menos podremos respetar a los demás.
El respeto más allá de manifestar nuestro amor por el
prójimo, es la garantía de que nuestra convivencia con los demás sea de manera
armoniosa. Si fuéramos capaces de amar a nuestro prójimo con la misma
intensidad con las que nos amamos a nosotros mismos, seguramente que este mundo sería distinto.
Amar al prójimo implica aceptación de los demás, reconocer
sus ideas y pensamientos. Es aceptar a las personas tal cual como son, sin
tratar de imponerle nuestra forma de pensar.
El
amor al prójimo viene del amor a Dios: “Como el Padre me ha amado,
así también yo os he amado.” (Juan 15:9). De allí que
el amor de Dios está en cada uno de nosotros, lo único que necesitamos es
buscarlo y con toda seguridad lo encontraremos; y de esa manera surgirá el amor
tanto por nosotros como por los demás. La peor deuda que podemos tener como
seres humanos, es la del alma, las de amar a nuestro prójimo. Muchas veces nos
preocupamos por dar cosas materiales sin
tomar en cuenta que lo mejor que podemos dar es amor. Amor es compartir, el que
da amor, amor recibirá. “El amor no hace mal al
prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.”
(Romanos 13:10). Así que, para que
nuestras relaciones sean armoniosas lo que se necesita es una gran dosis de
amor, pues, el amor no hace daño, todo lo contrario, nos enriquece. La mejor
manera de vivir en unidad con nuestros semejantes es a través del amor que
compartimos. Hay que dejar que ese amor que guardamos en nuestros corazones
fluya hacia los demás y de la misma manera recibamos el amor que ellos nos dan.
El amor no debe tener barreras ni preferencias: “Porque
si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque
también los pecadores aman a los
que los aman.” (Lucas 6:32). La verdadera capacidad de
amar se pone de manifiesto cuando somos capaces de amar a los buenos y a los
malos, a los perfectos y a los imperfectos, porque el amor es de todos. Es muy
fácil amar a quienes nos aman, pero que difícil es llegar a amar a nuestros
enemigos.
Otra
de las maneras de demostrar nuestro amor hacia el prójimo, es cuando los
tenemos presente en nuestras oraciones, cuando dedicamos un momento para orar por
ellos. “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y
que tengas salud, así como prospera tu alma.”
(3 Juan 1:2). Al orar por otros, estamos poniendo de manifiesto el amor que
sentimos hacia ellos, lo cual nos llenará de gozo al saber que Dios estará con
ellos. Al mismo tiempo que le agradecemos por tenerlos. Y cada vez que
agradecemos a Dios por contar con ellos, Dios los bendice con el mismo amor que
a su vez somos bendecidos por él.
“Amarás
al prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.” (Marcos
12:31).
Imagen: Orar
con el corazón abierto-wordpress.com