En términos generales, las
máximas no son más que reglas de conducta, implicando muchas veces juicios y
enseñanzas.
Desde el punto de vista
religioso, podemos hablar de las Máximas Evangélicas, las cuales de alguna
manera son reglas que deben regir la vida de un cristiano, para alcanzar la
gloria de Dios y su perfección cristiana. En el Nuevo Testamento, especialmente
en los libros de Lucas y Mateo, podemos encontrar algunas de ellas.
Así, nos encontramos las
que hacen referencia al sermón del Señor en la montaña, el cual es un compendio
de la Doctrina moral de Nuestro Señor Jesucristo y de las enseñanzas a sus
discipulos: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos” (Mateo 5:3).
Encontramos también la
máxima que sirve de base moral para regular la justicia secular: “Así que,
todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también
haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. (Mateo 7:12).
Muchas de estas máximas
llevan implícitas una obligación, tal es el caso de la que encontramos en
(Lucas 12:15) relacionada con la avaricia: “Y les dijo: Mirad, y guardaos de
toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los
bienes que posee”. En (Mateo 4:17) la máxima se refiere a la obligación del
arrepentimiento: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir:
Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
Sin embargo, existen otras
máximas que no son obligantes, más bien diríamos que son propuestas y que deben
cumplirse en casos necesarios, tal como: “Pero yo os digo: Amad a vuestros
enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que aborrecen, y
orad por los que ultrajan y os persiguen”. (Mateo 5:44). Más allá de una
propuesta, considero que es una gran enseñanza, en cuanto a la actitud que
debemos asumir ante nuestros enemigos.
Y así, podemos encontrar
máximas que pueden ser consideradas como meros consejos: “Vended lo que poséis,
y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no
se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye”. (Lucas 12:33). Y es que
Dios no obliga a nadie a vender sus bienes para dárselos a los menos necesitados,
simplemente, nos aconseja que seamos caritativos con quienes sufren y padecen
necesidades por falta de recursos.
También hay máximas que
sirven de consuelo a los que nos invade profunda tristeza cuando perdemos a un
ser querido, tal es caso de: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos
recibirán consolación”. (Mateo 5:4)
En fin, la importancia de
estas máximas es que nos pueden ayudar a revivir nuestro espíritu cristiano. Y
a desprendernos de las cosas que nos alejan del amor y del Reino de Dios.
Fuente: Novena a San
Vicente de Paúl
Cuando entendemos el significado de las máximas proclamadas por nuestro señor Jesús las podemos practicar. Que interesante el tema para la reflexión.
ResponderBorrarGracias por tu aporte amigo.
Violeta