Ayer dije: “adiós
mi fiel amiga”, con profundo dolor y mucha tristeza había que tomar
una decisión que te deja ese sabor amargo: poner a dormir a nuestra amada y
querida Almendra. Quizás una de las decisiones más fuertes que he tenido que
tomar en mis sesenta y dos años de vida, sabíamos que la decisión era necesaria
pero te queda esa duda, si fue lo correcto o debíamos esperar. Esa duda y la
tristeza de ya no volver a verla me han llenado de dolor, que siento en mi alma y en todo mi ser.
Fueron quince años de mi
vida compartida con ella, cuanto amor, cariño y compañía me regalo y como lo
saben hacer ellos sin nada a cambio. Muchos son los recuerdos que me quedan de
esa vida juntos, los cuales difícilmente podré olvidar de mi memoria. Ella y
Chiqui, me dejaron una gran lección “amar
de manera incondicional”.
Ahora lucho contra esa
duda que me está consumiendo, pero voy aferrarme y convencerme que fue la mejor
decisión porque le evitamos unos cuantos días de sufrimiento, su corazón ya no
daba más, fueron dos paros en un solo día y el tumor maligno en el ganglio empezó
a crecer tan rápido que le había tomado parte de la garganta lo que le dificultaba
comer y respirar. Por su edad y su deficiencia cardíaca era imposible pensar en
una operación. No me queda que pedirle a Dios, que como siempre nos de la
fortaleza para superar esta sensible pérdida; y que su recuerdo más allá de
causarnos tristeza, sean más bien alimento de consuelo y un bálsamo para
nuestros corazones hoy profundamente dolidos.
“Adiós
mi fiel amiga”