El
11 de octubre del presente año, asistí a la misa en la iglesia San Pablo
Apóstol de la Urb. Colinas de Bello Monte, misa que había encomendado por el
eterno descanso de mis hermanos Petronio que cumplía 13 años de fallecido y
Braulio que cumplía 35 años. Ese día por voz del sacerdote me enteré que
iniciaba el año de la fe, proclamado por el papa Benedicto XVI, en ocasión que el 11 de octubre se cumplían
50 años de la apertura del segundo Concilio Vaticano y que finalizaría el 24 de
noviembre de 2013, día en que la iglesia celebra la solemnidad del Cristo Rey.
El
Concilio Vaticano, es una asamblea de obispos los cuales son convocados para
debatir temas de interés a la doctrina y disciplina de toda la iglesia católica.
Este segundo Concilio se inició el 11 de octubre del año 1962 con una duración
de tres años, finalizando así en el año 1965. Resalta el hecho que lo inicia el
Papa Juan XXIII, quien fuera papa de la iglesia católica entre 1958 y 1963, y
debido a su fallecimiento, el 3 de junio de 1963 lo cierra su sucesor el Papa
Pablo VI, quien fue papa de la iglesia católica durante el periodo (1963-
1978). Dentro de las declaraciones más relevantes de este Concilio destacan: La
libertad religiosa, la educación cristiana y el respeto a las otras religiones.
Así
tenemos, que este año de la fe, tiene como objetivo primordial “reforzar
la fe en Dios”. Pero que es la fe, si nos centramos en las Sagradas
Escrituras, en Hebreo 11:1, nos dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve”. De allí, que debemos mantener la fe
en Dios, para poder llenarnos de la esperanza de que nuestros deseos, anhelos y
necesidades serán alcanzados.
Reforzar
la fe en Dios, implica tener mayor conciencia y convencimiento de la presencia
de Dios en todos los eventos y situaciones que vivimos en este mundo creado por
él. Aun cuando alguna situación nos parezca negativa, debemos permanecer firmes
en nuestra fe, teniendo presente que no hay problema que le resulte grande o
insignificante a Dios. Cuando nos mantenemos firmes en nuestra fe sabemos que
todas las cosas son posibles y nos encaminamos en su búsqueda, dejando a un lado
la incertidumbre, la preocupación y el miedo. Y esa misma fe nos enseña a
esperar, si hay que esperar. Y es que Dios vive en nosotros, aunque nunca lo
hemos visto, cada vez que expresamos amor hacia otra persona podemos sentir su
presencia. Es así como en este año de la fe, como criaturas creadas por Dios
vamos a vivirlo regidos por el amor y la paz.
Con
nuestra fe podemos preparar el camino que nos conduce a la respuesta de
nuestras oraciones. No se puede concebir oración sin fe. Marcos 11:24 nos dice:
“Por tanto, os digo que todo lo que pediréis orando, creed que lo recibiréis y
os vendrá”.
En
lo personal, puedo asegurar que a través de la oración he encontrado respuesta
a mis suplicas, puesto de manifiesto en mi libro “Mis Oraciones diarias”. Por
lo que hoy quiero recordar, algo que escribí en su primera edición: “La práctica diaria de estas
oraciones, han hecho que todos estos años, que podrían ser los mas duros de mi
vida, contradictoriamente, han sido años de mucha paz espiritual y los mas
productivos que he vivido. Así como también me han dado la suficiente
fortaleza para seguir mi gran lucha por
la vida”. Y es que para mi la fe es la fiel creencia en el amor
de Dios hacia mi, sin importar quien soy y que hago; así como al cuidado que
siempre me ha brindado, permitiéndome superar crisis y especialmente
situaciones bien comprometedoras de salud, gracias a Dios hoy vivo, y puedo
expresar mi fe en él.
De
tal manera que en este año de la fe, los invito a saludar cada día con una
mayor fe en Dios, reconociendo su presencia.