Iniciamos un nuevo año, con la esperanza de un mundo mejor y de que nuestros sueños y deseos se cumplan. Pero todo dependerá de la actitud que asumamos ante la vida.
Una cosa es anticiparnos a los óptimos resultados y otra es conocer con exactitud cual será el resultado.
No obstante, tenemos un gran aliado: Dios, cuando confiamos en Él nuestras esperanzas, podemos atrevernos a ser optimistas.
Cada año representa un nuevo comienzo, en el que no debemos aferrarnos al ayer; más bien debemos aprovechar al máximo la oportunidad que Dios nos brinda, para trabajar en el logro de nuestros proyectos, desarrollándolos con mucho entusiasmo, elevando nuestras cualidades para que el esfuerzo no se pierda, y que más bien sea productivo.
El entusiasmo nos llena de nuevas energías, manteniéndonos atentos, animados y concentrados.
Para este mundo mejor al que aspiramos, necesitamos unidad, la cual solo se logra con un corazón amoroso, cooperando con nuestros semejantes para el beneficio de todos.
Otro aspecto que debemos manejar en procura de un mundo mejor, es aceptando y reconociendo que todas las personas no somos exactamente iguales. Hay que agradecerle a Dios por la diversidad en el mundo, por nuestra individualidad y la de otros. Pero al mismo tiempo pedirle, que en nuestro día a día respetemos y seamos receptivos, a las particularidades, pensamientos y discernimiento de las otras personas.
“Feliz comienzo de año”