Estamos viviendo tiempos
de gran tribulación, angustias y temores ante la presencia de la inminente
pandemia a nivel mundial del Coronavirus. Pero Dios nos ha dejado en manos de
Santa María Faustina el tesoro de su Divina Misericordia para toda la humanidad.
Cuando Dios
revela un mensaje a la humanidad,
lo hace a través
de personas humildes
y sencillas. Es así
como, a partir del 22 de febrero de
1931, nuestro Señor se le aparece
a Sor María Faustina,
religiosa, nacida en Glogowice,
cerca de Lodz,
Polonia, el 25
de agosto de 1905,
perteneciente a la
Congregación de Hermanas
de Nuestra Señora de la Misericordia, mejor conocidas como las Hermanas
Magdalenas; a la que entró
cuando tenía veinte años. Y es
que María Faustina se caracterizaba por su
prudencia, piedad, inteligencia
y humildad. Y
a todas estas virtudes
hay que agregar
su encantadora belleza espiritual, producto de su amor al
prójimo y a Dios.
La devoción
a la Divina
Misericordia empezó algunos años antes de la segunda guerra mundial en pequeños
círculos particulares; siendo
en el año
1933 cuando se
hizo público por primera vez, año en que la nueva imagen de Jesús
Misericordioso fue expuesto en Vilna-Ostra Brama, Polonia.
El 10 de octubre de 1937,
Santa Faustina recibió otra Revelación
del Señor, donde establecía
a las 3
de la tarde como
la hora de la Gran Misericordia.
A esta hora, generalmente, los devotos rezan la Coronilla a la Divina
Misericordia, puesta de manifiesto a Santa María Faustina en varias
oportunidades, especialmente cuando se disponía a rezarla pidiendo por las
Ánimas del Purgatorio o por aquellas personas que atravesaban una muerte
difícil.
El rezo de la Coronilla es
muy sencillo, se inicia con un Padre nuestro, un Avemaría y un credo. Luego en
las perlas grandes se dice: “Padre
Eterno, te ofrezco el cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tú Amadísimo
Hijo Nuestro Señor Jesucristo, por nuestros pecados y los del mundo entero.” Mientras,
que en las perlas pequeñas se dice: “Por
su Dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero.” Y al
final de las cinco decenas se dice tres veces: “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo inmortal, ten Misericordia de nosotros
y
del mundo entero.”
Desde el año 2000, la Iglesia ha
instituido la fiesta de
la Divina Misericordia, el
domingo después de Pascua de Resurrección. Para la Iglesia Católica
incluir una fiesta por motivos de apariciones sobrenaturales no es nada extraño.
Revisando su historia encontramos que la fiesta de Corpus Christi fue
introducida debido a las revelaciones de la Beata Juliana de Cornillon; la del
Sagrado Corazón de Jesús, por las apariciones a Santa Margarita de Alcorque.
Igualmente se han establecidos fiestas por apariciones de la Santísima Virgen
María, tales como la fiesta del Monte Carmelo, la de Nuestra Señora de Lourdes
y la del Inmaculado Corazón de María luego de las apariciones de Nuestra Señora
de Fátima.
Sor María Faustina murió,
el 5 de octubre de 1938, a los 33 años
de edad. La fama de la santidad de su vida crecía al igual que
la propagación de
la devoción a
la Divina Misericordia y a
los favores concedidos
por su intercesión.
Entre (1965 y 1967) en Cracovia, se inicia el proceso de beatificación, el cual
concluyó en diciembre de 1992, y el 18
de abril de
1993, día de la fiesta de la Divina Misericordia, Juan
Pablo II beatificó
a Sor María Faustina. Fue
canonizada el 30 de abril de 2000, segundo domingo de Pascua, día al que la
Iglesia católica denomina también Domingo de la Divina Misericordia. El Santo
Padre presidió la ceremonia de canonización ante una gran multitud de
peregrinos de la Divina Misericordia.
Nuestro Señor en su
aparición a Santa María Faustina le dijo: ¡Hija
mía!, Habla a todo el mundo acerca de mi infinita Misericordia y de ser el
refugio de todas las almas.
“No me niegues,
Señor, tu misericordia;
que siempre me
protejan tu amor y tu verdad.”
(Salmo 40:11)
Siendo la Misericordia de
Dios de gran importancia para la humanidad y especialmente, tomando en
consideración los días que estamos viviendo atormentados, angustiados y con
mucha incertidumbre. Los invito a elevar la siguiente plegaria a la Divina
Misericordia:
ORACION
¡Oh,
Dios!, cuya Misericordia es infinita y cuyos tesoros de compasión no tienen
limite, míranos con tu favor y aumenta tu Misericordia dentro de nosotros, para
que en nuestras grandes ansiedades no desesperemos, sino que siempre, con gran
confianza, nos conformemos con Tu Santísima Voluntad, la cual es idéntica con
tu Misericordia, por Nuestro Señor Jesucristo, Rey de Misericordia, quien
contigo y el Espíritu Santo, manifiesta Misericordia hacia nosotros por
siempre. Amén.
“Así
que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia
y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.” (Hebreos 4:16)