La tentación, puede definirse, como ese impulso
interior, que mueve a una persona a llevar a cabo acciones indebidas y a su vez
reprochables, las cuales atentan contra otras personas o contra sí misma.
Dentro de esas acciones podemos mencionar entre otras;
el de emitir juicios indecorosos sobre otra persona, grupo de personas e
instituciones; comprar objetos innecesarios, burlarse del fracaso de otra
persona, ingerir alimentos estando consciente que atentan contra su salud;
obligar a otros a cometer actos ilícitos. En fin son innumerables las
situaciones que pueden inducir a una persona a caer en tentaciones.
Desde el punto de vista religioso, la tentación es
considerada como la incitación a caer en pecado por parte de Satanás, quizás haciéndonos
una invitación al mal. Sin embargo, no se puede decir que la tentación es un
pecado, el pecado se da al caer en la tentación y llevarla a la práctica con
nuestras acciones.
El mismo Jesús, no se salvó de ser tentado; cuando fue
llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo; pero no
llegó a pecar, precisamente por no ceder a la tentación tal como lo podemos
leer en el Nuevo Testamento Mateo 4: 1-11.
Recordemos también, quizás unas de las tentaciones más
antigua de la historia, la de Adán y Eva, al ser tentados por el demonio en
forma de serpiente, y se comieron la manzana prohibida por Dios.
En fin, en este mundo moderno, no resulta fácil conducirnos
en el camino correcto, en el deber ser, sobre todo cuando ese camino es duro y
difícil de transitar; así, como tampoco es fácil conservar la tranquilidad y la
serenidad antes las vicisitudes de la vida; lograr humildad plena de corazón
cuando el orgullo nos tienta. Si estar en tentación, es una lucha permanente
con un enemigo que quiere hacernos daños y si nos descuidamos destruirnos. Es
una lucha para que nuestras acciones sean correctas, ajustadas a la razón y no
al impulso, una lucha para alejarnos del odio, la venganza y de las cosas
mundanas. Pero eso sí, nunca digamos que hemos sido tentado por Dios, si caemos
en tentación es por voluntad propia.
“Cuando alguno es tentado, no
diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el
mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido.” (Santiago 1: 13-14).
Por eso, mi consejo muy personal, es el de apoyarnos
en la oración y a través de ella, tal como le pedimos a Dios al rezar el
Padrenuestro, que no nos deje caer en tentación y que nos libre de todo mal y
peligro. “Venid y orad, para que no entréis en tentación; el
espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mateo 26:44).
Y es que solo Dios, puede librarnos del pecado de caer
en tentación: “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos.” (2 Pedro 2:9).
Para Dios todo ser humano puede caer en la tentación,
pero cuando vivimos en cristiandad, Él nos dará la fortaleza para resistir y no
caer:
“No os ha sobrevenido ninguna
tentación, que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentado
más de lo que podéis resistir, sino que dará juntamente con la tentación la
salida, para que podáis soportar.” (1 Corintios 10:13).