Actualmente, vivimos en una sociedad, que cada día se
vuelve más intolerante y con comportamientos de agresividad significativos; lo
cual nos exige movernos con mucha prudencia, si no queremos ser objeto de
agresiones que puedan comprometer nuestra seguridad personal.
La prudencia se puede considerar como la capacidad de
pensar al enfrentarnos a ciertas situaciones o acontecimientos que puedan
implicar ciertos riesgos. Y es que efectivamente un acto de imprudencia puede
tener graves consecuencias tales como accidentes, agresiones verbales y
físicas, inestabilidad económica.
La prudencia, nos permite conducirnos de manera
correcta en nuestras relaciones interpersonales, escuchando nuestra conciencia
y no dejándonos llevar por nuestros impulsos.
Una persona prudente sabe muy bien cuándo debe hablar
y cuando es preferible callar, aun cuando sea difícil callar. Igualmente, sabe
reconocer cuál es el camino correcto a seguir. De tal manera, que la prudencia
puede considerarse como una virtud intelectual, porque exige saber deliberar,
juzgar y discernir. Saber reconocer y ponderar cuales son las consecuencias
tanto favorables como desfavorables antes de tomar una decisión. La prudencia
exige tener un amplio conocimiento de la realidad, para poder actuar en
concordancia con la misma.
Desde el punto de vista religioso, la prudencia es
considerada como una virtud, a través de la cual podemos discernir, distinguir
y diferenciar lo que está bien de lo que está mal; lo que conlleva actuar de
manera justa, adecuada y sobre todo con mucha moderación.
Igualmente, desde este punto de vista, la prudencia
está relacionada con la sabiduría: “Todo hombre prudente procede con sabiduría; mas el
necio manifestará necedad.” Proverbio 13:16. Sabiduría necesaria para saber elegir
cuál es el camino correcto: “La ciencia del prudente está en entender su camino;
más la indiscreción de los necios es engaño.” Proverbio 14:8.
En fin hacer uso de la prudencia, nos obliga a ser
reflexivos y considerar todos los efectos que pueden producir nuestras palabras
y acciones; conduciéndonos de manera
correcta ante cualquier situación o circunstancia. Y que en algunas
oportunidades nos ayuda a preservar lo más valioso que tenemos: la vida misma.
Una persona imprudente puede poner en riesgo no sólo
su vida, sino también la vida de otros.