Recién hemos recibido un nuevo año con la esperanza de
que sea un año de bien, paz, prosperidad. Que podamos superar todas las
dificultades presentes; que Dios nos ayude a transformar nuestras penas en
alegrías, que la tristeza y el desaliento no se apoderen de nosotros.
Y una de
la mejor manera de empezar este nuevo año es a través de la gratitud, que no es
más que ese sentimiento de reconocimiento y de aprecio, que una persona pone de
manifiesto cuando quiere corresponder a otra persona, grupo, institución, un
favor o un servicio recibido. Por lo tanto, la gratitud es un sentimiento que
lleva implícito lo que se conoce como agradecimiento. Del mismo modo, para ser
agradecido, hay que ser humilde, al aceptar y reconocer que necesitamos de los
demás. Cuando agradecemos también bendecimos.
Es propio
de un buen cristiano, vivir en gratitud y agradecimiento. A través de la
oración, más allá de una súplica, conlleva a un agradecimiento a Dios. “Sed
perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias.” (Colosenses 4:2).
En nuestro
viaje por la vida, cada día del camino, hay que dar gracias a Dios, por lo que
hizo en el trayecto recorrido, por lo que está haciendo en el camino presente y
por lo que va hacer en nuestros próximos recorridos en el camino por la vida. Este
viaje es posible gracias a la bendición de Dios. “Bendito el Señor; cada día nos
colma de beneficios el Dios de nuestra salvación.” (Salmo
68:19).
Muchas son
las cosas por la que se debe sentir gratitud, evitando el concentrarnos en las
cosas que no tenemos más bien pensar en la que tenemos, tales como: la vida, la
salud, la familia, los amigos, los alimentos.
El mejor
regalo que nos ha dado Dios es la vida; y que nos las ha dado, no para sufrirla
sino para vivirla. En cada amanecer Dios nos dice: “Ahí tienes un nuevo día de
vida, vívela.” Solo nos queda darle gracias a Dios por esa vida. “Creo que gozaré de la bondad de Yahvé en el país de
la vida.” (Salmo 27:13).
Para
disfrutar la vida, es importante gozar de buena salud, que de acuerdo con la
Organización Mundial de la Salud, “es el estado de completo bienestar físico,
mental y emocional.” Es por ello, que debemos pedir en nuestras oraciones a
Dios, que llene de salud nuestro cuerpo y nuestra alma; y darle gracias en todo
momento por permitirnos transitar por los caminos de la vida con buena salud. “Querido,
pido en mi oración que te vaya bien en todo y que tu salud física sea tan buena
como la espiritual.” (3 Juan 2).
Dios nunca
nos abandona, siempre está al cuidado de sus servidores. “He
aquí que yo les aporto su alivio y su medicina. Los curaré y les descubriré una
corona de paz y seguridad.” (Jeremía
33:6).
Santuario
de la vida es la familia, siendo los padres las columnas de ese templo, y sus
bases consolidadas en la fidelidad a Dios; conformado por un grupo de personas
cuya obligación es la de estar al servicio de la vida.
La familia
que hace oración, nunca les faltará la asistencia amorosa de Dios. “Sácianos
de tu amor por la mañana, y gozaremos y cantaremos de por vida.” (Salmo 90:14). Por eso hay que dar gracias a Dios por nuestra
familia. “Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a causa de
la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús.” (1
Corintios 1:4).
En este
viaje por la vida, además de hacerlo cerca de Dios, nos encontramos con
personas con las que compartimos y nos llegan unir verdaderos lazos de amistad:
nuestros amigos; lazos de amistad que pueden traspasar los límites de amistad y
convertirse en lazos de hermandad. “Hay compañeros que se pelean, y amigos más unidos que
hermanos.” (Proverbio 18:24).
Por eso, nuestros amigos son motivos de nuestro
agradecimiento a Dios por contar con ellos en nuestro caminar por la vida. Y el
mejor regalo es bendecirlos siempre. “Que Yahvé te bendiga y te
guarde; que ilumine su rostro sobre ti y te sea propicio; que te muestre su
rostro y te conceda la paz.” (Números 6:24-25).
Es
frecuente escuchar a un cristiano, al sentarse a la mesa decir: “Bendícenos
Señor y bendice estos alimentos que gracias a tu bondad vamos a tomar. Amén. El
Rey de la gloria nos haga participes de la mesa celestial. Amén.” Esto no es
más que una señal de gratitud por los alimentos. “Den gracias a Yahvé por su amor,
por sus prodigios en favor de los hombre. Pues calmó la garganta sedienta, y a
los hambrientos colmó de bienes.” (Salmos 107: 8-9).
Para que
nuestro viaje por la vida, sea de cerca de Dios, debemos practicar con
verdadera humildad la gratitud y muy especialmente dar gracias a Dios por todo.
“Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo
para gloria de Dios.” (1
Corintios 10:31).
“En todo dad gracias, pues esto
es lo que Dios, en Cristo Jesús quiere de vosotros.” (1
Tesalonicenses 5:18).