lunes, 11 de septiembre de 2017

La Humildad





    
“Revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.” (1 Pedro 5:5).



La Humildad, es la inexistencia del orgullo y la presunción. Todos somos iguales ante los ojos de Dios, por lo que las personas presumidas se alejan de Dios con su actitud. Por su parte el orgullo pone de manifiesto la soberbia, en un pleno menosprecio hacia los demás. La práctica de la humildad fortalece la obediencia a Dios.

        La humildad es una de las virtudes más valiosas de un ser humano. Cuando por algún logro nos sentimos triunfadores y valiosos; detengámonos por un momento  y reflexionemos que somos magníficos por ser hijos amados de Dios.

        Una persona humilde es aquella que aparta de sus relaciones interpersonales el orgullo y la presunción. Una persona  que actúa con humildad  en ningún momento da señales de vanidad y de una autoestima elevada.  Y que a pesar de lo que pueda tener ya sea material o intelectualmente, no presume de ello.

        Todos los seres humanos, tenemos nuestros sueños, metas y aspiraciones. Cuando después de movernos en su logro, nos sentimos exitosos. Pero ese éxito lo debemos asumir con humildad, honrar nuestro éxito, pero también el de los demás; y no olvidar de dar gracias a Dios por el éxito alcanzado.

        Jesús es el ejemplo mayor de lo que significa ser humilde: “Levad mi yugo sobre vosotros, y apreciad de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” (Mateo 11:29).

        Cuando somos capaces de perdonar al que nos han ofendido, estamos dando muestra de humildad, pero mayor será nuestra humildad cuando perdonamos a quien hayamos ofendido.

        Para ser humilde, hay que ser modesto, ya que la modestia es fruto de la humildad y se pone de manifiesto en todas las acciones y relaciones de una persona humilde.

        Si queremos vivir con humildad ante la vista de Dios y de nuestros semejantes; es importante poner de manifiesto lo que hemos aprendido de la Biblia. Encontramos en ella por ejemplo: “Más cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria.” (Daniel 5:20). La soberbia y el orgullo son muy dañinos para nuestras vidas, cuántas cosas se pueden perder por dejarnos llevar por la soberbia y el orgullo los cuales no conducen a nada.  Mientras que con humildad son muchas las cosas que podemos ganar: “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con la humildad está la sabiduría.” (Proverbio 11:2). No se puede ser humilde, si abrigamos ese sentimiento de soberbia, que nos hace sentirnos por encima de los demás.

        Nuestro viaje por la vida será más armonioso y cerca de Dios, si lo emprendemos con humildad, dejando atrás la arrogancia y el orgullo. Aceptando nuestros errores y defectos y sobre todo aceptando con humildad las críticas que en algún momento nos hagan. Reconociendo que no somos dueños de la verdad. Seamos fieles cumplidores de los mandatos de Dios: “Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándose con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.” (Romanos 12:16)