“Revestíos
todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los
soberbios y da su gracia a los humildes.” (1 Pedro 5:5).
La Humildad, es la
inexistencia del orgullo y la presunción. Todos somos iguales ante los ojos de
Dios, por lo que las personas presumidas se alejan de Dios con su actitud. Por
su parte el orgullo pone de manifiesto la soberbia, en un pleno menosprecio
hacia los demás. La práctica de la humildad fortalece la obediencia a Dios.
La
humildad es una de las virtudes más valiosas de un ser humano. Cuando por algún
logro nos sentimos triunfadores y valiosos; detengámonos por un momento y reflexionemos que somos magníficos por ser
hijos amados de Dios.
Una
persona humilde es aquella que aparta de sus relaciones interpersonales el
orgullo y la presunción. Una persona que
actúa con humildad en ningún momento da
señales de vanidad y de una autoestima elevada.
Y que a pesar de lo que pueda tener ya sea material o intelectualmente,
no presume de ello.
Todos
los seres humanos, tenemos nuestros sueños, metas y aspiraciones. Cuando
después de movernos en su logro, nos sentimos exitosos. Pero ese éxito lo
debemos asumir con humildad, honrar nuestro éxito, pero también el de los
demás; y no olvidar de dar gracias a Dios por el éxito alcanzado.
Jesús
es el ejemplo mayor de lo que significa ser humilde: “Levad mi yugo sobre vosotros, y apreciad de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” (Mateo 11:29).
Cuando
somos capaces de perdonar al que nos han ofendido, estamos dando muestra de
humildad, pero mayor será nuestra humildad cuando perdonamos a quien hayamos
ofendido.
Para
ser humilde, hay que ser modesto, ya que la modestia es fruto de la humildad y
se pone de manifiesto en todas las acciones y relaciones de una persona
humilde.
Si
queremos vivir con humildad ante la vista de Dios y de nuestros semejantes; es
importante poner de manifiesto lo que hemos aprendido de la Biblia. Encontramos
en ella por ejemplo: “Más cuando su
corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto
del trono de su reino, y despojado de su gloria.” (Daniel 5:20). La
soberbia y el orgullo son muy dañinos para nuestras vidas, cuántas cosas se
pueden perder por dejarnos llevar por la soberbia y el orgullo los cuales no
conducen a nada. Mientras que con
humildad son muchas las cosas que podemos ganar: “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con la
humildad está la sabiduría.” (Proverbio 11:2). No se puede ser humilde, si
abrigamos ese sentimiento de soberbia, que nos hace sentirnos por encima de los
demás.
Nuestro
viaje por la vida será más armonioso y cerca de Dios, si lo emprendemos con
humildad, dejando atrás la arrogancia y el orgullo. Aceptando nuestros errores
y defectos y sobre todo aceptando con humildad las críticas que en algún
momento nos hagan. Reconociendo que no somos dueños de la verdad. Seamos fieles
cumplidores de los mandatos de Dios: “Unánimes
entre vosotros; no altivos, sino asociándose con los humildes. No seáis sabios
en vuestra propia opinión.” (Romanos 12:16)