La
desesperanza, sencillamente hablando, no es más que perder la esperanza, siendo
la esperanza la confianza que llegamos a tener que podemos lograr lo deseado.Cuando una
persona cree que nunca va a lograr lo que desea, fácilmente puede caer en un
estado de desesperanza.
Frecuentemente, ante un sufrimiento o un dolor que se piensa
que nunca va a terminar, se puede dar cabida a la desesperanza, sentimiento que
en algunos casos puede resultar tan dañino que puede llevar a la persona asumir
ciertos comportamientos e inclusive, atentar contra su propia humanidad. Es por eso
la importancia que tiene, conocer a fondo las verdaderas causas que están
generando ese sentimiento de desesperanza y desaliento; y buscar la ayuda de
especialistas en la materia.
Son muchas las causas que pueden ocasionar un estado de
desesperanza: circunstancias o situaciones tanto internas como externas al
individuo y difíciles de cambiar, depresión, problemas de personalidad,
bipolaridad, entre otras.
La falta de motivación para realizar algo, es también causa
de desesperanza, si tomamos en cuenta que motivación, es ese impulso interior
que mueve al hombre actuar, en la búsqueda de alcanzar sus sueños y deseos;
precisamente, cuando la persona no se siente capaz de impulsar sus movimientos
y acciones, siente frustración por no poder alcanzar sus sueños y deseos, lo
que avivará en él ese sentimiento de desesperanza.
Para el Maestro Omraam Mikaël Aïvanhov, filósofo y pedagogo
francés, el que ha perdido el amor, ya solo tiene gana de morirse; la vida ya
no tiene ningún sentido. Sostiene, que la vida está unida al amor, y el que ama
quiere la eternidad.
De acuerdo a lo anterior, puedo decir que la peor deuda de un
ser humano, no son las de índole material, sino las del alma, las de amar y
sentirse amado, hemos sido creados por Dios quien lo hizo con verdadero amor.
De allí, que si queremos amar y conocer la felicidad, amemos a Dios y el amor
brotará como un manantial divino en nuestros corazones.
También, es importante saber, que la desesperanza no
solamente atañe a un individuo, sino que también puede ser de índole colectivo,
llámese grupo de trabajo, grupo familiar, comunidad, nación.
Muchas veces nos dejamos llevar por la desesperanza, porque
no confiamos en nuestras habilidades y capacidades; alimentando esa
desesperanza con pensamientos de limitación y carencia. Cuando tenemos fe en
nosotros mismos, podemos ser más optimistas y atrevernos abrir esa puertas que
creíamos estaban cerradas para nosotros.
Particularmente, como creyente en Dios, pienso que la desesperanza eminentemente
es una pérdida de la fe. Ante situaciones de salud graves que he sufrido, por
momentos me he dejado embargar por la desesperanza, sin embargo, reconozco que
a través de mis oraciones he logrado avivar mi fe, mi esperanza y mi fortaleza;
y de esa manera no dar cabida en mi vida a la desesperanza.
Cuando estemos en presencia de una situación difícil y que
sentimos que nuestro futuro es incierto, avivemos nuestra fe a través de la
oración. Jesús en una oportunidad, les habló a sus discípulos incrédulos:
“Yo
os aseguro: si tenéis fe y no vaciláis, no solo haréis lo de la higuera, sino
que si aún decís a este monte: Quítate y arrójate al mar, así se hará. Y todo
cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis.” (Mateo 21:21)
Ante las adversidades de la vida, tenemos que luchar por
fomentar nuestra esperanza y que se exprese en nuestros pensamientos,
sentimientos y acciones. Y teniendo siempre presente que la esperanza es la
mejor evidencia de Cristo en nosotros:
“Ahora, Señor, ¿qué
puedo aguardar? Mi esperanza está puesta en ti.”
(Salmo 39:8)
Es mucho el tiempo que
he dedicado con constancia y dedicación a mi crecimiento espiritual, gracias a
ese crecimiento he aprendido a encontrarme a mí mismo; y son muchos los
ejercicios espirituales que pongo en práctica día a día. En base a ellos y a
ese encuentro conmigo mismo, les presento algunas reflexiones que me hago y que
me han ayudado a no perder la esperanza y no dejarme arrastrar por la
desesperanza y el desaliento que otros
quieran provocarme:
- Cada vez que aprecio mi vida y le doy gracias a Dios por
concedérmela, mi corazón se llena de alegría. Y pongo todo mi empeño que nada
interrumpa el fluir de mi alegría.
- He comprendido que de nada sirve preocuparnos, puesto que
las cosas que nos preocupan se resolverán en su debido momento.
- Son muchas las cosas que me sirven de inspiración para
caminar por las veredas de la vida con entusiasmo, lo cual me podrá permitir
satisfacer mis necesidades con facilidad. Y siempre con un espíritu creador y
no de destrucción.
- Cada mañana me dispongo con energía y fortaleza a emprender
el nuevo día que Dios ha puesto ante mí. Asumiendo que cada día, es una nueva
oportunidad. Visualizo que mis caminos resplandecen haciendo desaparecer
cualquier incertidumbre y viviendo a plenitud todas las oportunidades que cada
día Dios pone a mi alcance.
- Me siento libre de espíritu, y bajo esta perspectiva me
libero de hábitos negativos que puedan limitarme para alcanzar mis metas y
hacer que lo imposible se transforme en posible. Me siento libre porque mi
libertad me la da Cristo.
- Contemplar el sol en cada amanecer de un día brillante, me
llena de alegría porque presiento que el camino a recorrer será claro e
iluminado por la luz de Dios. Y es como si mi mente resplandeciera con el mismo
brillo del sol, brillo que aprovecho para llenarme de sabiduría y
entendimiento.
- El que da amor siente contento en su corazón. Que alegría
siente mi corazón cada vez que manifiesto amor hacia otro ser humano, a través
de una mirada, una sonrisa, un abrazo, una palabra.
- El mundo no es de los débiles, por eso tenemos que tomar el
control de nuestras vidas y ser dueños de sí mismo, solo así seremos fuertes y
nada ni nadie podrá limitarnos.
“Para
de sufrir, busca apoyo, no sufras en silencio”
Imagen: Yumys Galaxy