miércoles, 2 de noviembre de 2016

Desesperanza



La desesperanza, sencillamente hablando, no es más que perder la esperanza, siendo la esperanza la confianza que llegamos a tener que podemos lograr lo deseado.Cuando una persona cree que nunca va a lograr lo que desea, fácilmente puede caer en un estado de desesperanza.
Frecuentemente, ante un sufrimiento o un dolor que se piensa que nunca va a terminar, se puede dar cabida a la desesperanza, sentimiento que en algunos casos puede resultar tan dañino que puede llevar a la persona asumir ciertos comportamientos e inclusive,  atentar contra su propia humanidad. Es por eso la importancia que tiene, conocer a fondo las verdaderas causas que están generando ese sentimiento de desesperanza y desaliento; y buscar la ayuda de especialistas en la materia.
Son muchas las causas que pueden ocasionar un estado de desesperanza: circunstancias o situaciones tanto internas como externas al individuo y difíciles de cambiar, depresión, problemas de personalidad, bipolaridad, entre otras.
La falta de motivación para realizar algo, es también causa de desesperanza, si tomamos en cuenta que motivación, es ese impulso interior que mueve al hombre actuar, en la búsqueda de alcanzar sus sueños y deseos; precisamente, cuando la persona no se siente capaz de impulsar sus movimientos y acciones, siente frustración por no poder alcanzar sus sueños y deseos, lo que avivará en él ese sentimiento de desesperanza.
Para el Maestro Omraam Mikaël Aïvanhov, filósofo y pedagogo francés, el que ha perdido el amor, ya solo tiene gana de morirse; la vida ya no tiene ningún sentido. Sostiene, que la vida está unida al amor, y el que ama quiere la eternidad.
De acuerdo a lo anterior, puedo decir que la peor deuda de un ser humano, no son las de índole material, sino las del alma, las de amar y sentirse amado, hemos sido creados por Dios quien lo hizo con verdadero amor. De allí, que si queremos amar y conocer la felicidad, amemos a Dios y el amor brotará como un manantial divino en nuestros corazones.
También, es importante saber, que la desesperanza no solamente atañe a un individuo, sino que también puede ser de índole colectivo, llámese grupo de trabajo, grupo familiar, comunidad, nación.
Muchas veces nos dejamos llevar por la desesperanza, porque no confiamos en nuestras habilidades y capacidades; alimentando esa desesperanza con pensamientos de limitación y carencia. Cuando tenemos fe en nosotros mismos, podemos ser más optimistas y atrevernos abrir esa puertas que creíamos estaban cerradas para nosotros.
Particularmente, como creyente en Dios, pienso que la desesperanza eminentemente es una pérdida de la fe. Ante situaciones de salud graves que he sufrido, por momentos me he dejado embargar por la desesperanza, sin embargo, reconozco que a través de mis oraciones he logrado avivar mi fe, mi esperanza y mi fortaleza; y de esa manera no dar cabida en mi vida a la desesperanza.
Cuando estemos en presencia de una situación difícil y que sentimos que nuestro futuro es incierto, avivemos nuestra fe a través de la oración. Jesús en una oportunidad, les habló a sus discípulos incrédulos:
“Yo os aseguro: si tenéis fe y no vaciláis, no solo haréis lo de la higuera, sino que si aún decís a este monte: Quítate y arrójate al mar, así se hará. Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis.” (Mateo 21:21)
Ante las adversidades de la vida, tenemos que luchar por fomentar nuestra esperanza y que se exprese en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Y teniendo siempre presente que la esperanza es la mejor evidencia de Cristo en nosotros: 
“Ahora, Señor, ¿qué puedo aguardar? Mi esperanza está puesta en ti.”
 (Salmo 39:8)
  Es mucho el tiempo que he dedicado con constancia y dedicación a mi crecimiento espiritual, gracias a ese crecimiento he aprendido a encontrarme a mí mismo; y son muchos los ejercicios espirituales que pongo en práctica día a día. En base a ellos y a ese encuentro conmigo mismo, les presento algunas reflexiones que me hago y que me han ayudado a no perder la esperanza y no dejarme arrastrar por la desesperanza y el desaliento que otros  quieran provocarme:
- Cada vez que aprecio mi vida y le doy gracias a Dios por concedérmela, mi corazón se llena de alegría. Y pongo todo mi empeño que nada interrumpa el fluir de mi alegría.
- He comprendido que de nada sirve preocuparnos, puesto que las cosas que nos preocupan se resolverán en su debido momento.
- Son muchas las cosas que me sirven de inspiración para caminar por las veredas de la vida con entusiasmo, lo cual me podrá permitir satisfacer mis necesidades con facilidad. Y siempre con un espíritu creador y no de destrucción.
- Cada mañana me dispongo con energía y fortaleza a emprender el nuevo día que Dios ha puesto ante mí. Asumiendo que cada día, es una nueva oportunidad. Visualizo que mis caminos resplandecen haciendo desaparecer cualquier incertidumbre y viviendo a plenitud todas las oportunidades que cada día Dios pone a mi alcance.
- Me siento libre de espíritu, y bajo esta perspectiva me libero de hábitos negativos que puedan limitarme para alcanzar mis metas y hacer que lo imposible se transforme en posible. Me siento libre porque mi libertad me la da Cristo.
- Contemplar el sol en cada amanecer de un día brillante, me llena de alegría porque presiento que el camino a recorrer será claro e iluminado por la luz de Dios. Y es como si mi mente resplandeciera con el mismo brillo del sol, brillo que aprovecho para llenarme de sabiduría y entendimiento.
- El que da amor siente contento en su corazón. Que alegría siente mi corazón cada vez que manifiesto amor hacia otro ser humano, a través de una mirada, una sonrisa, un abrazo, una palabra.
- El mundo no es de los débiles, por eso tenemos que tomar el control de nuestras vidas y ser dueños de sí mismo, solo así seremos fuertes y nada ni nadie podrá limitarnos.
“Para de sufrir, busca apoyo, no sufras en silencio”

Imagen:  Yumys Galaxy