lunes, 29 de agosto de 2016

El Despeinado



  El despeinado era un jovencito de once años, que vivía en un Campamento ubicado en la pequeña población del Pao, estado Bolívar, Venezuela; en donde era explotado el hierro por la antigua compañía Iron Mines, la actual Ferrominera del Orinoco. Sus padres, para esa entonces, eran los dueños del único hotel que existía en el pueblo el “Hotel Brisas del Pao”. Este jovencito, una mañana de verano paseando con uno de sus hermanos, se encontraron con una señorita de quince años, a quien él ya conocía por tratarse de la novia de su hermano, para ella su primer amor y posteriormente su esposo, hasta que la muerte los separó. En ese encuentro ella tocó la cabeza del jovencito y con una hermosa sonrisa y con un gesto muy tierno le dijo: “Hola mi despeinado” y no se equivocó, el jovencito no era muy amigo del peine. Sin embargo, lejos de molestarse, se sintió alagado y feliz, porque para él, no era lo mismo “Hola despeinado” que “Hola mi despeinado”. Y a partir de allí, nace una relación mutua de amor y cariño entre ese jovencito despeinado y esa jovencita menudita y con una sonrisa siempre a flor de piel. Ese jovencito era yo, Fernando, la jovencita era Rhodesia mi cuñada y ese hermano era Oscar Alejandro.
      Con el transcurrir de los años esa relación cuñado-cuñada, se convirtió en una relación de hermano-hermana; siempre conté con su apoyo moral y material, pero sobre todo al alcance de su amor, cariño y respeto. Por eso hoy, no dejo de sentirme muy triste por su reciente regreso a la Casa del Señor, pero me reconforta el saber que ninguno de los dos nos quedan las manos vacías, porque ambas manos quedaron llenas de ese amor de hermanos y a veces maternal que nos supimos profesar durante cincuenta y cinco años, y aunque ella en el cielo y yo en la tierra se mantendrá intacto. Extrañaré nuestras largas llamadas para compartir alegrías, tristezas, disgustos, preocupaciones y proyectos; nuestras llamadas de luna llena, así como esa última llamada antes de entrar en el avión para despedirme y pedirle su bendición.
      Al referirme a ese amor maternal, tiene su origen, cuando los médicos informaron que a mi madre le quedaba poco tiempo de vida; Rhodesia al ver mi dolor, me abrazó y me dijo estas palabras: “Tranquilo mi despeinado, yo seré para ti, tu mamá putativa”. De allí, que en el año 2009, publiqué mi libro “El Jardín del amor”, por tratarse del amor, quise dedicárselo a una persona a quien me uniera un gran amor, aunque gracias a Dios son muchas las personas a las que amo y que me aman; sin embargo, decidí dedicárselo a ella, de esta manera:
“A Rhodesia, mi madre putativa.
Su apoyo y cariño han llenado
de alegría mi vida”
Y la última vez, que mi amada madre putativa, me dijo despeinado, fue en Pto. Ordaz, el 9 de julio del presente año, en la presentación y bautizo de mi nuevo libro “Haciendo Novenas” al finalizar la ceremonia del bautizo, se acercó a felicitarme con un gran abrazo, que yo definiría como un abrazo de corazón a corazón, abrazo que vino acompañado de un:
“Te amo mi despeinado”.

martes, 2 de agosto de 2016

Nuestra Señora de las Nieves



 
   Nuestra Señora de las Nieves, es una antigua advocación de la Virgen María, que tiene su origen en Roma, Italia; extendiéndose por todo el mundo. Y que la Iglesia Católica celebra su festividad el 5 de agosto.
Cuenta la historia, que en la víspera del acontecimiento de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo, que celebra la Iglesia Católica. El 5 de agosto del año 360, tiene lugar un hecho muy significativo, en una de las siete colinas de Roma, exactamente en el Monte Esquilino; y es que estando en estación de verano, el monte fue cubierto de nieve, acompañada de un espejismo con la imagen de la Virgen María, siendo testigos de este singular acontecimiento, Juan Patricio y Licina Ignova, matrimonio con grandes recursos de Roma, pero con la congoja de no poder concebir un heredero, lo que venían suplicando a la Virgen María desde hace mucho tiempo, de allí que consideraron tal acontecimiento como respuesta milagrosa a su ferviente deseo.
En el sitio de su aparición, fue construida una Basílicas con el nombre de Santa María la Mayor. A partir de entonces la devoción a la Virgen de las Nieves se extendió por todo el mundo. Llegando así, a Ciudad Bolívar, Estado Bolívar, Venezuela; quien conoce a la Virgen de las Nieves, a través de una imagen, que data del año 1790, y que trajo a Ciudad Bolívar el párroco Ángel Tomadez Machado, quien ejercía de párroco de la Catedral de la Ciudad. La imagen fue trasladada por los Misioneros que llegaron a Guayana, Estado Bolívar.
Sucedió, que a la llegada de los Misioneros a la ciudad, se desató una terrible peste, cobrando muchas vidas, en virtud de esto los Misioneros elevaron una súplica a la Virgen de las Nieves pidiendo su intercesión para el fin de esta peste que tantas vidas se habían perdido, teniendo respuestas sus suplicas justo el 5 de agosto, salvando vidas y por tal motivo, a la Virgen de las Nieves, el pueblo bolivarense la honra, convirtiéndose en la Patrona de Ciudad Bolívar.
Nuestra Señora de las Nieves, también es venerada en el estado Mérida, Venezuela, siendo la patrona y protectora de los andinistas y montañistas. La Virgen de las Nieves, por iniciativa de los andinistas merideños, pertenecientes al Club Andino Venezolano, que en el año 1953, propuso la colocación de una imagen de la Virgen en el Pico Espejo. La imagen fue construida en Carrara, Italia por Walter Risoni y ordenada su fabricación por el Dr. Carlos Chalbaud Zerpa. La Imagen llega a Mérida en el año 1965, la entronización de la estatua se realizó en el Pico Espejo; y  ese día el Papa Paulo VI dirigió una bendición especial al pueblo de Venezuela, bendición pronunciada a 4.800 metros de altura y que se le conoce como “Oración a Nuestra Señora Virgen de las Nieves”
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES
(Original de Carlos Chalbaud Zerpa)
Virgen Santísima de las Nieves, Patrona y Madre Nuestra; postramos ante este trono que nuestro filial amor te ha dedicado entre las bellezas y alturas de nuestras montañas nevadas, te suplicamos que derrames tu bendición sobre todos nosotros, sobre nuestros familiares, sobre los turistas y los alpinistas y que intercedas ante tu Divino Hijo para que nos conceda la gracia de pasar santamente el día de hoy y todos los de nuestra vida y que nos apartes siempre de todo peligro espiritual y corporal.
Ante este altar que tiene por alfombra la nieve y por bóveda el cielo, bajo tu mirada dulce y bajo tu manto protector queremos que se deslicen estas horas de sano esparcimiento y que, al terminar la jornada, descendamos de estas cumbres con el alma más pura y el cuerpo más fortalecido para poder cumplir todos nuestros deberes.
Virgen Santísima de las Nieves, rogad por nosotros.