El 23 de noviembre, la
iglesia católica celebra el día de San Clemente, venerado como santo y mártir.
Considerado como un insigne cristiano de finales del siglo I.
San Clemente es el tercer
sucesor de San Pedro, como obispo de Roma y vicario de Cristo. Nació en Roma y
se le conoce como el padre de los apóstoles, a quienes les transmitió la
predica de Jesús de Nazaret. Por su parte, San Ireneo, obispo de Lyon (Francia)
hasta el año 202, aseguraba que Clemente había visto a los apóstoles.
A San Clemente se le atribuye el uso de la confirmación
según el rito de San Pedro, en el Nuevo Testamento, encontramos que: Estando
los apóstoles en Jerusalén escuchan decir que Samaría había recibido la palabra
de Dios, es así, como envían a Pedro y a Juan; quienes oraron por ellos con la
intención de recibir al Espíritu Santo, puesto que solamente habían sido
bautizados en el nombre de Jesús. Entonces, Pedro y Juan proceden a imponerles
las manos, recibiendo al Espíritu Santo. (Hechos 8:14-17).
Igualmente se le atribuye
a San Clemente el uso de la palabra Amén en las ceremonias religiosas.
Como obispo de Roma se le
reconocen varios escritos, sin embargo, la más comprobada es la “Carta a los
Corintios”, cuyo objetivo era el de restablecer entre ellos la paz y la
concordia, siendo la misma reconocida como autentica, grande y admirable por el
archivista de los inicios cristianos Eusebio de Cesárea.
San Clemente fallece hacia
el año 97, arrojado al mar con un áncora en el cuello, habiendo sido exiliado
por el emperador romano Trajano del Ponto, cuyo reinado se ubica en el periodo
comprendido (98-117). Es por ello que a San Clemente se le conoce como Santo y
Mártir.
En lo personal puedo
decir, que nací un 23 de noviembre, y por celebrarse el día de San Clemente,
mis padres decidieron bautizarme con el nombre de Fernando Clemente, nombre que
al tener uso de razón no fue de mi agrado y siempre ocultaba mi segundo nombre,
hasta que ya adulto conocí la historia de San Clemente, la cual hizo que hoy
día sienta el orgullo de llevar su nombre. Celebraré este día rezando la
oración litúrgica a San Clemente:
Dios todopoderoso y eterno,
que te muestras admirable en la gloria de tus santos, concédenos celebrar con
alegría la fiesta de san Clemente, sacerdote y mártir de tu Hijo, que dio
testimonio con su muerte de los misterios que celebraba y confirmó con el
ejemplo lo que predicó con su palabra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos. Amén