Una persona auténtica es
aquella que realmente es lo que dice ser. Nos guste o no, vivimos en un mundo
de diversidad y en donde debemos esforzarnos en ser personas auténticas. Para
ello lo primero que tenemos que hacer es reconocer que las personas son únicas
en un mundo de diversidad; no existen dos personas exactamente iguales, aunque
tengamos algunas características similares nadie es igual a otro.
Para ser auténtico tenemos
que permanecer firme en la verdad de quienes somos, sin olvidar que somos una creación de Dios el
cual nos ha dado también nuestros dones. De acuerdo a las Sagradas Escrituras “Tenemos,
pues, diferentes dones, según la gracia que no es dada” (Romanos 12:6)
El mundo es bendecido por
la diversidad de su gente, donde cada quien tiene su potencial para crecer y
desarrollar sus propias habilidades y talentos, que lo ayudarán a ser una
persona auténtica, lo que significa dar lo mejor de si mismo y sobre todo
responder a los deseos de su corazón.
Es importante apreciar y
reconocer los valores de las demás personas, pero nunca tratar de imitarlos,
para ser auténtico hay que ser honrado con uno mismo demostrando lo que
realmente somos.
Cuando somos auténticos,
no podemos evitar ser originales, poniendo de manifiesto nuestra imaginación y
creatividad. Al ser original damos rienda suelta a nuestros pensamientos sin
juzgar lo que estamos creando.
Personalmente siempre he
procurado mantenerme firme en mi verdad, no permito que ninguna circunstancia,
ni persona alguna a mi alrededor trate de controlar lo que soy, ya que estoy
plenamente convencido de mi verdadero ser, soy una creación de Dios capaz de
alcanzar mis propias metas.