El consuelo es el alivio
que anhelamos para nuestras penas y sufrimientos, así como el aliento que
ofrecemos a otra persona que sufre una pena o un dolor ya sea físico o
emocional.
Cuando hemos sufrido una
pérdida de un ser querido, siempre buscamos consuelo para aliviar nuestro
dolor. Pero hay alguien que siempre está dispuesto a darte ese consuelo: El
Espíritu de Dios. En el santuario sagrado de tu alma, allí
sentirás la presencia de Dios, quien a través de su amor y su luz te envolverá
con su consuelo divino, y sintiendo su presencia, el amor fluirá dentro de ti
sanando tu herida ya sea corporal o emocional.
Dios es la fuente
permanente y constante de vida y amor, que nos permite seguir adelante y
superar nuestro dolor.
Puede ser que en medio de
nuestra pena sentimos que estamos solos con nuestra tristeza, pero si nos
dejamos llevar por la presencia de Dios, encontraremos esa compañía que nos
llevará de manera airosa y fortalecida, a la luz de un nuevo día.
En un año he sufrido dos
pérdidas que han causado mucha tristeza
en mi corazón, en medio de esa búsqueda de consuelo encontré La Oración de San
Agustín (Para los que han perdido a un ser querido), cuya autora es Ludy Melt
Sekher; y que hoy quiero compartir parte de ella, con mis queridos amigos Ramón
Barrios, Edelmira Cabrea y Enid Pérez; quienes recientemente han sufrido
pérdidas muy significativas que han llenada su corazón de una gran tristeza.
Parte de esa oración dice: “No llores si me amas. Si conocieras
el don de Dios y lo que es el cielo. Si pudiera oír el cántico de los ángeles y
verme en medio de ellos…… enjuga tu llanto
y
no
llores, si me amas”. Esta oración me ayudó aceptar mi
perdida y a comprender que mis seres queridos estaban felices en el Reino de
Dios y que al igual que yo me seguían amando. Y así empecé a ver la luz de un
nuevo amanecer en mi vida.
“Como
aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros”
Isaías
66:13