Todos añoramos la paz,
todos queremos tener paz y pedimos por la paz en el mundo. Pero eso no será
posible, mientras no encontremos nuestra propia paz; solamente en paz con
nosotros mismos podemos aspirar a esa paz para el mundo.
De manera sencilla se
puede definir a la paz, como el estado de una persona que goza de plena
serenidad, tranquilidad y calma.
Al hablar de paz interior,
tenemos que referirnos a Dios; y es que el Espíritu de Dios es nuestra conexión
para alcanzar la paz que sobrepasa todo entendimiento humano. Por lo tanto el Espíritu
de Dios es paz interior y a través de él lograr calmarnos, serenarnos y
reconfortarnos.
Tampoco es posible lograr
la paz en el mundo, sino somos capaces de amar a Dios y al prójimo. Y según las
sagradas escrituras, Dios nos dice: “Un
mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros”. (Juan 13:34).
Al confiar a Dios nuestras
angustias, ansiedades y preocupaciones, estamos permitiendo que a través del
Espíritu Santo expresemos amor a todas las otras personas. Lo que nos hará
sentir una sensación de plenitud al estar conscientes que estamos contribuyendo
por hacer de nuestro planeta un lugar más amoroso y armonioso.
Ahora bien, ¿Dónde
encontrar esa paz interior? La respuesta es muy sencilla, en la parte más
recóndita de tu ser encontrarás esa paz, es ese lugar sagrado donde ningún
evento externo puede perturbar: “el alma”
que no es más que tu santuario donde reina la paz de Dios en ti. En ese santuario
podemos encontrar ese sentimiento de bienestar que nos permite calmar nuestras
preocupaciones y encontrar consuelo a nuestras penas y pesares.
Otra forma de encontrar
esa paz interior es a través de la oración; al orar tenemos la oportunidad no
solo de encontrarnos y dialogar con Dios, sino que también es un encuentro con
nosotros mismos, y es que cada momento de oración es una reunión de nuestra
conciencia con la presencia de Dios; lo que permite avivar esa paz en nosotros.
Cuando oramos tenemos que abrir el corazón a Dios, vivir su presencia y darnos
cuenta que las cuestiones externas no tienen poder sobre nosotros. Es lograr la
paz con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea. Tenemos que tratar que esa
paz fluya como un suave manantial a través de nuestro cuerpo para liberarnos de
cualquier situación que nos pueda producir estrés.
Existe otra manera de
lograr nuestra paz interna, y es a través del perdón; cuando perdonamos, el
amor fluye en nosotros proporcionándonos calma, serenidad y paz. Pero primero
tenemos que perdonarnos a nosotros mismos y para ello debemos estar consciente
que no somos perfectos y que por lo tanto a veces cometemos errores y hasta
llegamos agredir a otras personas con nuestras palabras y acciones. Una vez que
me perdono estoy en capacidad de perdonar a los que me han agredido. No
olvidemos que si Cristo fue capaz de perdonar nuestros pecados; nosotros
también debemos ser capaces de perdonar a quienes nos ofenden. Recordemos la
siguiente cita bíblica, en el libro de Colosenses 3:13: “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno
tuviere quejas contra otro. De tal manera que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros”
En fin si lo que queremos
es crear un mañana mejor y un mundo mejor; tenemos que escoger el camino de la
paz, estando conscientes que compartimos un mismo Dios y un mismo planeta. Y
entonces por qué no compartir nuestro amor. La paz en el mundo será posible a
medida que pongamos de manifiesto nuestro sentimiento de bondad, amor,
generosidad y perdón. No nos quedemos con imaginarnos un mundo maravilloso
donde reine la paz, hagámoslo y empecemos desde hoy a crear ese mañana mejor
para todos.
“Apártate
del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela” (Salmo: 34:14)