Al hablar del viaje espiritual, me estoy refiriendo al camino que tenemos que transitar en esta vida para acercarnos a Dios. Camino en el que debemos tener la seguridad de que Dios nos servirá de guía siempre y cuando estemos receptivos a su dirección. De nosotros depende dar el primer paso para emprender nuestro viaje, cada día es un nuevo trayecto del viaje el cual tenemos que recorrer confiados en que Dios nos mostrará el camino, y de esa manera estaremos dispuestos a vivir las mejores experiencias posibles.
En ese camino no dejaremos de caer en tentaciones y cometer errores, pero lo importante es estar conciente que hemos fallado y que estamos dispuestos a rectificar. También en ese camino se nos presentaran obstáculos y problemas los cuales debemos vencer y no hacer de ellos una tragedia, sino asumirlos como un aprendizaje necesario para acercarnos a Dios.
Son muchas las acciones que debemos emprender si queremos que al final este camino nos acerque a Dios; así, desde mi punto de vista, les puedo recomendar la práctica de: La Fe, la cual es creer en la presencia de Dios y en su Poder, sirviéndonos de sustento cuando lo necesitamos. Son muchas las tormentas y tempestades que nos encontraremos en el camino de la vida, pero si cada día le añadimos un poco de fe, se puede cumplir aquello que dice que después de la tormenta viene la calma. Cuando se tiene fe nuestras ideas, palabras y acciones son edificadoras y a su vez pueden servir de inspiración a otros. La Oración, nos permite alcanzar nuevos niveles de conciencia y a través de ella elevar nuestros sueños, metas, anhelos, esperanzas, deseos y creencias; convencidos de que con la ayuda de Dios se nos cumplirán. La oración es el vínculo más poderoso que podemos utilizar para vivir en comunión con Dios. La Obediencia a Dios, producto de nuestra fe y la confianza que tenemos en Él. Y lo más importante es que Dios no nos obliga a obedecerle, El nos ha dado libre albedrío para hacerlo. Pero por supuesto nuestra obediencia será de su agrado. La obediencia a Dios nos purifica. La Caridad, es una de las tres virtudes teologales que pone en alto el amor a Dios y al prójimo. Considerada como la virtud a través de la cual se pone de manifiesto el sentimiento de compasión por el dolor de otra persona, despertando el verdadero interés por ayudarlo, sin esperar recompensa alguna. El Amor al Prójimo, es pensar y actuar de modo tal que pueda servir de apoyo a otros. Cada día tenemos algo en que contribuir, el cual nos producirá cierto regocijo al darnos cuenta que hemos podido satisfacer una necesidad en la vida de alguna persona. Amar al prójimo es amar verdaderamente a nuestros enemigos, intercediendo por ellos ante Dios en nuestras oraciones y sobre todo no devolviendo a nadie mal por mal. El Perdón, es una acción de amor, necesario para tener una vida plena y satisfactoria. Hay que dejar que Dios sane nuestras heridas y perdonar a quienes nos ofenden. Cuando se ama a Dios, perdonar es un acto natural, sobre todo si tomamos en cuenta que nosotros hemos ofendido a Dios y El nos ha perdonado. La Humildad, es la inexistencia del orgullo y la presunción. Todos somos iguales ante los ojos de Dios, por lo que las personas presumidas se alejan de Dios con su actitud. Por su parte el orgullo pone de manifiesto la soberbia, en un pleno menosprecio hacia los demás. La práctica de la humildad fortalece la obediencia a Dios. La Soledad y el Silencio, durante este viaje espiritual, son importantes las paradas, vale la pena detenerse y vivir un poco la soledad aguardando silencio, esto nos ayudará a encontrarnos a nosotros mismos y conocernos a si mismos, siendo la mejor vía para tomar conciencia de nuestras virtudes y limitaciones, y así no escoger un camino equivocado que nos puede conducir a un mundo de desaliento y frustraciones, no deseable.
En fin, Dios nos ha regalado un mundo tan diverso y hermoso, el cual debemos apreciar y vivirlo con un corazón lleno de amor, dejando que la luz de Dios le de brillo a nuestro caminar y siempre estar listos de ir hacia delante en esta gran aventura ¡La Vida! la cual es el regalo más hermoso que nos ha dado Dios, es por eso que debemos amarla; sin mentira, sin maldad y sin engaño sino con un verdadero motivo. Teniendo siempre presente las palabras de Jesús, cuando dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Así pues, si queremos que este viaje espiritual sea más ligero, debemos preocuparnos de sacar de nuestro equipaje el odio, la soberbia, la envidia y cuantas cosas que ofendan a Dios y al prójimo. Y solo así podemos gozar y disfrutar de un ¡Feliz Viaje!
En ese camino no dejaremos de caer en tentaciones y cometer errores, pero lo importante es estar conciente que hemos fallado y que estamos dispuestos a rectificar. También en ese camino se nos presentaran obstáculos y problemas los cuales debemos vencer y no hacer de ellos una tragedia, sino asumirlos como un aprendizaje necesario para acercarnos a Dios.
Son muchas las acciones que debemos emprender si queremos que al final este camino nos acerque a Dios; así, desde mi punto de vista, les puedo recomendar la práctica de: La Fe, la cual es creer en la presencia de Dios y en su Poder, sirviéndonos de sustento cuando lo necesitamos. Son muchas las tormentas y tempestades que nos encontraremos en el camino de la vida, pero si cada día le añadimos un poco de fe, se puede cumplir aquello que dice que después de la tormenta viene la calma. Cuando se tiene fe nuestras ideas, palabras y acciones son edificadoras y a su vez pueden servir de inspiración a otros. La Oración, nos permite alcanzar nuevos niveles de conciencia y a través de ella elevar nuestros sueños, metas, anhelos, esperanzas, deseos y creencias; convencidos de que con la ayuda de Dios se nos cumplirán. La oración es el vínculo más poderoso que podemos utilizar para vivir en comunión con Dios. La Obediencia a Dios, producto de nuestra fe y la confianza que tenemos en Él. Y lo más importante es que Dios no nos obliga a obedecerle, El nos ha dado libre albedrío para hacerlo. Pero por supuesto nuestra obediencia será de su agrado. La obediencia a Dios nos purifica. La Caridad, es una de las tres virtudes teologales que pone en alto el amor a Dios y al prójimo. Considerada como la virtud a través de la cual se pone de manifiesto el sentimiento de compasión por el dolor de otra persona, despertando el verdadero interés por ayudarlo, sin esperar recompensa alguna. El Amor al Prójimo, es pensar y actuar de modo tal que pueda servir de apoyo a otros. Cada día tenemos algo en que contribuir, el cual nos producirá cierto regocijo al darnos cuenta que hemos podido satisfacer una necesidad en la vida de alguna persona. Amar al prójimo es amar verdaderamente a nuestros enemigos, intercediendo por ellos ante Dios en nuestras oraciones y sobre todo no devolviendo a nadie mal por mal. El Perdón, es una acción de amor, necesario para tener una vida plena y satisfactoria. Hay que dejar que Dios sane nuestras heridas y perdonar a quienes nos ofenden. Cuando se ama a Dios, perdonar es un acto natural, sobre todo si tomamos en cuenta que nosotros hemos ofendido a Dios y El nos ha perdonado. La Humildad, es la inexistencia del orgullo y la presunción. Todos somos iguales ante los ojos de Dios, por lo que las personas presumidas se alejan de Dios con su actitud. Por su parte el orgullo pone de manifiesto la soberbia, en un pleno menosprecio hacia los demás. La práctica de la humildad fortalece la obediencia a Dios. La Soledad y el Silencio, durante este viaje espiritual, son importantes las paradas, vale la pena detenerse y vivir un poco la soledad aguardando silencio, esto nos ayudará a encontrarnos a nosotros mismos y conocernos a si mismos, siendo la mejor vía para tomar conciencia de nuestras virtudes y limitaciones, y así no escoger un camino equivocado que nos puede conducir a un mundo de desaliento y frustraciones, no deseable.
En fin, Dios nos ha regalado un mundo tan diverso y hermoso, el cual debemos apreciar y vivirlo con un corazón lleno de amor, dejando que la luz de Dios le de brillo a nuestro caminar y siempre estar listos de ir hacia delante en esta gran aventura ¡La Vida! la cual es el regalo más hermoso que nos ha dado Dios, es por eso que debemos amarla; sin mentira, sin maldad y sin engaño sino con un verdadero motivo. Teniendo siempre presente las palabras de Jesús, cuando dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Así pues, si queremos que este viaje espiritual sea más ligero, debemos preocuparnos de sacar de nuestro equipaje el odio, la soberbia, la envidia y cuantas cosas que ofendan a Dios y al prójimo. Y solo así podemos gozar y disfrutar de un ¡Feliz Viaje!